La propuesta, aunque nació desde lo íntimo y en espacios pequeños y no convencionales, para este momento tiene la necesidad de llegar a un teatro
o un espacio grande para mostrarse desde una mirada más profesional y con
recursos mejor gestionados que la de sus versiones pasadas. Juega con una
estética onírica y de luces suaves que dibujan los cuerpos entre un sueño, o
un más allá.
Existen tres intérpretes en escena, una de danza, una de teatro y uno de música, es importante decir que ellos no son personajes, ellos se representan a sí mismos y a la vez universalmente como mujer 1 y 2, y hombre 1. Existe una
historia y varias a la vez, con su orden propio y no cronológico o narrativo, una especie de collage escénico interdisciplinario.
Hay elementos de la escenografía simbólicos como: las velas representando
a un espacio no real e imaginario; la pequeña estatua de la mujer sin cabeza
representando a las silenciadas, el olor del copal humeando, dando la apariencia de un rito, y la televisión porque a veces es la única compañía en
una casa. La botella de vino y la vela roja son los símbolos principales de esta
obra que los intérpretes los harán accionar y tomar su rol en la puesta en
escena.
Los instrumentos y amplificación para la musicalización están presentes y en
vivo desde el inicio, el músico da un ritmo a toda la trama de la obra. El
vestuario blanco pueden ser pijamas o la ropa de un manicomio, pero en
realidad es el contraste con el espacio, seres quizás muertos, quizás reales o
no, pero taciturnos que se manchan, que gritan, lloran o ríen, que se ensucian,
que cantan, porque lo que sucede en escena siempre es sincero.

Integrantes: Paola del Cisne Quizhpe, Katherine Cristina Espejo, Ana Paula Galarza, Cristhian Andrés Anchundia, Jorge Andrés Agudo,  Tania del Rocío Ortega y Danilo Fabricio Gutama